Ana Iriarte: «El ritmo de la agricultura no se corresponde con la velocidad de la sociedad actual»

Ana Iriarte Bañez. Arizkun, 1977.

Ingeniero técnico agrícola en la Universidad Pública de Navarra, trabajó como técnico autónomo en Pamplona durante diez años, pero desde 2013 lo hace en Arizkun, en viticultura, en defensa de la tierra y en contra de los proyectos que buscan destruir el trabajo y la vida ligada a la tierra, a favor de la mujer agricultora, del euskera... en contra de todos los discursos fáciles y baratos.

Ana Iriarte

[Argia]

Te llamé por teléfono creyendo que eras agricultora, pero me dirigiste rápidamente diciéndome que eres viticultora. ¿Agricultora no, pues?

Ja, ja... Es una palabra especial la de campesina. ¡Tiene pedigrí! Si dijera que soy agricultora en la plaza de nuestro país, nueve de cada diez se reirían. En Baztan, los agricultores son los que han recibido de su familia una explotación agraria, que siguen haciéndolo, una agricultura ligada a la ganadería. No sé si es vergüenza, pero no me siento cómodo presentándome como agricultora. En cambio, me presento como viticultora sin complejos. Detrás de esa palabra me siento más cómoda, pero, sin más, porque aquí el agricultor está muy ligado a la ganadería, a la labor de quienes han heredado la hacienda de sus padres. Por eso me resulta más cómodo "viticultor" que "agricultor".

Así que usted no ha heredado la profesión de su casa...

No. Mi pareja Iñaki [Bengoetxea] y yo empezamos este proyecto en 2013. Estudiamos agricultura en Pamplona, en la universidad pública [de Navarra], y luego pasamos de la teoría a la práctica. Terminé mis estudios y trabajé como técnico en Pamplona durante unos diez años. En 2008, coincidiendo con la crisis de entonces, nos dimos cuenta de que el asunto se estaba complicando y decidimos venir a vivir a Arizkun y poner en marcha el proyecto ligado a la tierra. La primera plantación se realizó en 2013.

Viñedos, por cierto. En Baztan siempre hay ganado, queso, leche, cerdo... chocolate... pero, ¿uva?

No es habitual, no, el viñedo en Baztan. Sin embargo, en las antiguas ordenanzas hay referencias a los viñedos, ya que antaño algunos elaboraban vino para el consumo doméstico. Y, por otra parte, en Amaiur hay un paraje llamado Mahasti. Se hace raro representar el viñedo en la vertiente cantábrica de Navarra, pero existen viñedos en esta vertiente. Ahí tenemos a Irulegi y, para ser sinceros, miramos mucho a Irulegi, porque están aquí mismo, y su relación con la tierra nos parece admirable. Sin embargo, el principal modelo de viticultura de Navarra es la viticultura mediterránea.

Y, ya lo has dicho, el vuestro es de la cornisa cantábrica...

Sí, y de pequeña escala. También eso lo tengo muy presente, es muy importante, para todo. Ahora trabajamos tres hectáreas. Después pueden ser tres y media, o cuatro... pero esa es nuestra medida, no mayor. Es verdad que la gente nos dice muchas veces: "Pero si funciona, tomaréis más hectáreas y aumentaréis la producción, ¿no?". Y la respuesta es que no. Si funciona, funcionará, y viviremos. Ya está. Tomar más hectáreas significaría coger más de todo. En esta sociedad es lo que tenemos incrustado en la cabeza, siempre más y más grande, pero nuestro objetivo no es ese, nuestro objetivo es que Iñaki y yo vivamos dignamente de esto.

¿Lo conseguirán?

Creemos que sí, que poco a poco iremos avanzando. Pero, el año pasado, por ejemplo, tuvimos un mal año. El 2022 fue muy bueno. El año pasado no. Hubo mucha humedad y tuvimos sarna, roya, que también nos dio una leña tremenda. Hablábamos, hablábamos... y, el año pasado, ¡golpe! "¡A ver si no somos capaces de sacar esto adelante!", nos hizo pensar. Pero seguimos.

¿Cómo recuerda el comienzo de su proyecto?

Cuando empezamos a dar vueltas con el proyecto, pensando si podía haber alguna posibilidad, nos dirigimos primero a EVENA [Estación Vitícola y Enológica de Navarra] para pedir asesoramiento técnico: "Tenemos esta idea en mente, ¿qué os parece? ¿Es una locura, o se puede?". Y nos dijeron que hacía tiempo que estaban pensando hacer una prueba de plantación en Baztan. Ambas partes se reunieron, y firmamos el convenio. No teníamos tierra, y tuvimos que arrendarla. Luego, los de esta organización pusieron unas plantas, para la investigación, variedades diferentes, y nosotros otras, y nos pusimos en marcha. También estuvimos en Fraisoro, realizando varios cursillos y trabajando cosas muy concretas sobre la viticultura, y también acudimos a Irulegi para preguntar a sus viticultores, ver y aprender.

Os preocupaba, según decís, que vuestra intención fuese considerada como una locura.

Si. Al principio, dijimos que teníamos la idea, y la gente lo consideró una locura. Al principio, en la tertulia de después de comer, empezamos a comunicar la idea, entre risas, pero cuando empezamos a pensar en serio, y tomamos la decisión de ir adelante, y la gente también vio que hablábamos en serio... nos ayudó, nos ayudó muchísimo, la verdad. La gente ha venido a ayudarnos, a hacer plantaciones, a vendimiar... Creyendo o no en el proyecto, pero siempre ha habido gente dispuesta a ayudar. En ese sentido hemos tenido una ayuda tremenda.

El 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales, y el año pasado celebrasteis una mesa redonda en Baztan. Allí estabais tres mujeres campesinas: María Torres, Leire Milikua (autora de ‘Lur gainean, itzal azpian’ (Txalaparta, 2022), y tú... Destacasteis, entre otros, la condición de mujer agricultora.

La agricultura no se libra de estereotipos. La palabra "campesino" a la mayoría le viene a la memoria la figura del hombre. Las mujeres también han sido y son campesinas, y espero que lo sean, pero siempre han estado en un segundo plano. Su trabajo ha sido invisible, como en otros muchos campos. Parece que son colaboradores del hombre, es necesario marcar nuestra existencia y decir "mujer agricultora": yo no soy auxiliar de nadie, yo soy mujer viticultora, estoy trabajando en régimen de autónomo, en el primer sector. Desgraciadamente, todavía hay que insistir en ello.

Estereotipos siempre. ¿Qué imagen percibes de ti?

El mismo trabajo hecho por un hombre, o hecho por una mujer, se lee diferente. A menudo me ha tocado reivindicar mi condición de mujer viticultora, porque la gente no te ve como trabajadora, no te asocian a la imagen de trabajadora: como si trabajáramos "los deberes, los niños, y un poco en la viña". Y la verdad es que así se ha visto a la mujer aldeana durante siglos. Y hay que decirlo: cuando iniciamos el proyecto, como era de largo plazo, vimos la necesidad de que uno de los dos trajera a casa el sueldo de fuera para ir adelante en el día a día.

En este caso, Iñaki está fuera, "en casa", y tú en los viñedos.

Los dos buscamos trabajo, y a Iñaki le surgió la posibilidad de dedicarse a la enseñanza. Él empezó a trabajar a sueldo y en la viña, y yo me hice viticultora autónoma. Si fuera al revés, que el hombre es el viticultor, nadie tendría dudas. Él sería viticultor, campesino, con todos los honores. Pero a mí la gente no me lee igual y me toca reivindicar mi condición de mujer trabajadora.

Y te ha tocado, por lo que sabemos.

Varias veces, sí. Sin embargo, he pensado en dos casos. La primera vez, después de uno de esos cursos en Fraisoro, Iñaki y yo entramos en un lugar donde vendían cuchillos para podar. Yo lo pedí y el tendero, el hombre, sacó las cuchillas y empezó a enseñárselas a Iñaki. ¡Me volví invisible! Salí gruñendo, enfadado, con el tendero y conmigo misma porque en el momento no reaccioné...

¿Y el segundo caso?

La segunda fue en una ferrería de Malerreka. Necesitábamos depósitos y, por la mañana, Iñaki llamó preguntando si tenían depósitos. Y que sí, y fui a buscarlo por la tarde. Entro en la tienda, pido el depósito, y él me suelta: "¿Pero quién se ocupa del tema?". Le dije que había llamado Iñaki, pero que estábamos trabajando los dos. Y él dijo: "¿Pero entiendes de esto?". Y le dije: "¿Lo que dices es porque soy mujer?". Y que no, y esto y aquello. Me enseñó los depósitos y le di todas las precisiones, pero él dudando de todo: "¿Estás segura?". "Quiero un siemprelleno de 300 litros", digo. Y él: "Lo llamas siemprelleno"... y lo miras en el catálogo y traía ese nombre. "Ah, sí, ese es su nombre", dice. Y yo: "¡Lo que son los prejuicios!". Tener que vivir este tipo de situaciones, todavía, es duro. Pero hay que reaccionar, porque si no, no lo conseguimos.

Cambiando de tema, ¿qué pasa en Baztan? Por un lado, el proyecto de cantera en Erdiz; por otro, igual, la cantera en Arizkun; en Lekaroz, herrería; aquí, el macroproyecto...

El medio rural es una zona útil para otros fines. La actividad agraria también es útil para otros fines. ¡Siempre para otros fines! El proyecto de Erdiz, por ejemplo. ¡Es una tierra comunal, de todos los baztaneses, y va a venir una multinacional de fuera a explotar ese terreno, a hacerlo desaparecer para su propio beneficio! En muchas ocasiones, se utiliza al trabajador: "¡Vamos a crear 39 puestos de trabajo!".

Siempre están en ello, diciendo que crearán puestos de trabajo...

¡Pero Erdiz ha creado puestos de trabajo durante siglos! Y seguirá creándolos. Pero eso no es espectacular. El medio rural es secundario en esta sociedad y la agricultura, una actividad secundaria. ¡Y hacen discursos de sostenibilidad y sostenibilidad! Y políticos supuestamente progres, nombrando y aprobando proyectos supramunicipales. Nos están diciendo que somos unos estúpidos, que somos incapaces de gestionar nuestro terreno, que lo van a gestionar ellos, de nuestra parte. Qué poca vergüenza, ¿no?

¿La gente de la calle entiende el mundo del campesino?

Probablemente no. Vivir en nuestra incertidumbre no entra en la mente de la gente. Y, por otra parte, está la cuestión del ritmo de trabajo. La agricultura tiene su ritmo; uno puede acelerarlo, pero las plantas seguirán el suyo. Y hay que vivir a ese ritmo. Nosotros, además, apostamos por un proyecto a largo plazo, en el que ni las plantaciones se realizaban el mismo año, porque carecíamos de capacidad –ni tierra, ni todo lo necesario–, lo que necesariamente ha ampliado aún más el plazo que habíamos fijado para desarrollar el proyecto. El ritmo de la agricultura no se corresponde con la velocidad de la sociedad actual.

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