Aritz Otxandiano: «Transición energética, ¿no?»

Aerosorgailu. Aerogenerador.

[Berria]

Recientemente se ha presentado la red Euskal Herria Bizirik, un colectivo que, más allá de la retórica, mantiene una posición cerrada y total contra la expansión de las energías renovables. Simplifican hasta el extremo el complejo contexto en el que vivimos para justificar su postura, basándose en el relato central de que la transición energética no es más que una farsa dirigida por las élites que, privatizando y destruyendo nuestras montañas y nuestra tierra fértil, persigue imponer la agenda desarrollista del capitalismo verde. Según su visión, serán los habitantes de las zonas rurales los que sufran el mayor daño de esta farsa, ya que la expansión de las renovables destruirá su entorno y su modo de vida.

En opinión de este colectivo, «quienes defendemos que es imprescindible desplegar energías renovables de diferentes escalas y tecnologías para hacer frente a la emergencia climática hemos vendido nuestros ideales y principios en beneficio del modelo capitalista de siempre que viene pintado de verde». Lo dicen sabiendo que defendemos la reducción de la esfera material de la economía, es decir, el desmantelamiento, al tiempo que aspiramos a una sociedad post-capitalista que democratice, entre otras cosas, el sector energético. Aunque en este debate es cada vez más evidente que las emociones están por encima de la racionalidad, es necesario cuestionar algunas premisas y compartir algunas reflexiones para que, en nombre de la lucha contra el capitalismo verde, no terminemos de perpetuar el capitalismo gris de los combustibles fósiles.

1. En primer lugar, hay que tener en cuenta, al contrario de lo que se puede deducir de sus palabras, que la mayoría de los que vivimos en las zonas rurales, directa o indirectamente, lo hacemos de la industria o del turismo, compartiendo además un estilo de vida similar al de los habitantes de las zonas urbanas. Por tanto, no comparte la realidad el argumento de que a las comunidades rurales se les imponen infraestructuras que ellas no necesitan.

2. En segundo lugar, de su relato se deduce que las comunidades rurales somos los guardianes de los ricos ecosistemas naturales que abarcan nuestros montes. Desgraciadamente, esto tampoco se corresponde con la realidad, especialmente en Bizkaia y Gipuzkoa. En estos dos territorios la mayoría de los montes son privados y hace décadas que se pusieron al servicio de la industria maderera para ser explotados siguiendo un modelo intensivo de silvicultura o bien son pastos ganaderos, incluidas las zonas que se encuentran dentro de los parques naturales. Si, paralelamente a una expansión sensata y ordenada de las energías renovables, transformamos el modelo forestal actual, estoy convencido de que el País Vasco ganará en biodiversidad.

«Todavía no he conseguido entender cómo un parque eólico amenaza a la agricultura o a la ganadería. La expansión de las energías renovables y la soberanía alimentaria no pueden contradecirse, deben ser compatibles y, además, pueden ser complementarias a soluciones como la agrivoltaica»

3. En tercer lugar, dicen que la expansión de las renovables supone una amenaza para el sector primario. Todavía no he conseguido entender cómo un parque eólico amenaza a la agricultura o a la ganadería. En el caso de la energía fotovoltaica, el aprovechamiento adecuado del potencial de expansión de la tecnología fotovoltaica en núcleos urbanos y zonas degradadas no condicionaría, en ningún caso, el futuro del sector primario por la superficie necesaria del suelo rural. La expansión de las energías renovables y la soberanía alimentaria no pueden contradecirse, deben ser compatibles y, además, pueden ser complementarias a soluciones como la agrivoltaica.

4. En cuarto lugar, este colectivo tiene una mirada muy limitada y parcial sobre los impactos ambientales asociados a la energía. Ponen el acento en los efectos que tendría la expansión de las energías renovables en nuestro entorno más cercano y en los impactos ambientales globales asociados al sistema fósil actual. Básicamente, se trataría de comparar los impactos ambientales globales de un sistema energético renovable y circular con un sistema fósil, cuyos impactos son mucho mayores, incluso en la biodiversidad.

«Si no se expandieran las infraestructuras renovables a media y gran escala, nos veríamos obligados a elegir entre estos tres escenarios: seguir quemando fósiles hasta provocar un cambio climático con consecuencias catastróficas; traer a nuestro país la energía renovable que producen otros territorios, dejando a expensas de ellos los impactos de nuestra transición; o reducir hasta el extremo el consumo energético, hasta el punto de vernos obligados a renunciar a nuestra estructura socio-productiva, volviendo así a una economía de supervivencia muy similar a la que existía a mediados del siglo XIX»

5. En quinto lugar, junto con la reducción del consumo energético y el fomento del autoconsumo, si no se expandieran las infraestructuras renovables a media y gran escala, nos veríamos obligados a elegir entre estos tres escenarios: seguir quemando fósiles hasta provocar un cambio climático con consecuencias catastróficas; traer a nuestro país la energía renovable que producen otros territorios, dejando a expensas de ellos los impactos de nuestra transición; o reducir hasta el extremo el consumo energético, hasta el punto de vernos obligados a renunciar a nuestra estructura socio-productiva, volviendo así a una economía de supervivencia muy similar a la que existía a mediados del siglo XIX. Este último escenario, además de empeorar notablemente las condiciones de vida de la ciudadanía, supondría renunciar a los principales pilares de nuestro modelo de bienestar: sanidad, educación, seguridad social, servicios sociales, etc.

6. Y en sexto y último lugar, reivindicar como condición previa para abordar la transición energética la necesidad de transformar radicalmente el modelo socioeconómico sin tener una hoja de ruta realista para llevar a cabo esta transformación en el contexto social y antropológico imperante en la sociedad actual, además de ser políticamente estéril, alimenta posiciones más cercanas al fenómeno NIMBY en lugar de reforzar posiciones realmente transformadoras, lo que supone perpetuar el statu quo del capitalismo gris de los combustibles fósiles.

«Lo que necesitamos no es una posición cerrada y total contra la expansión de las energías renovables, sino una agenda compartida y realista para una transformación eco-social que implique a los diferentes agentes y a la ciudadanía en general»

En definitiva, en tiempos en los que la emergencia climática es la principal amenaza para la humanidad, lo que necesitamos no es una posición cerrada y total contra la expansión de las energías renovables, sino una agenda compartida y realista para una transformación eco-social que implique a los diferentes agentes y a la ciudadanía en general.

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