David González: «El próximo apagón será alimentario»
- 2025 - 05 - 19
- 1
El próximo apagón podría no ser eléctrico, sino alimentario. Nuestro sistema agroalimentario global está al borde del colapso. Altamente dependiente de combustibles fósiles, cadenas logísticas complejas y mercados globales, es frágil ante cualquier crisis.
* David González Sánchez es coordinador en Sustraiak Habitat Design Koop
[Linkedin]I. Un sistema alimentario al borde del colapso
El sistema agroalimentario global, tal como lo conocemos hoy, está construido sobre una estructura altamente compleja, interdependiente y energéticamente intensiva. Es en realidad una estructura frágil, altamente dependiente de combustibles fósiles, cadenas de suministro globalizadas y una complejidad logística que lo hace vulnerable ante crisis sistémicas. Eventos recientes como la pandemia de COVID-19, el bloqueo del Canal de Suez por el portacontenedores Ever Given en 2021 o incluso los cortes de energía eléctrica masivos, han puesto en evidencia la vulnerabilidad de las cadenas de suministro basado en la hiperglobalización y la dependencia de insumos externos. Este artículo analiza dichas vulnerabilidades y cómo esta complejidad y dependencia de recursos externos podría conducir a un apagón alimentario. La relocalización del sistema agroalimentario bajo criterios agroecológicos, se plantea como una cuestión de seguridad alimentaria.
II. Mayor complejidad, mayor debilidad
El sistema agroalimentario actual se basa en cadenas de suministro largas y altamente especializadas. La producción, transformación, empaquetado, transporte, distribución y venta de los alimentos puede involucrar múltiples países y actores, cada uno con sus propias dependencias logísticas, energéticas y normativas. Esta globalización ha permitido reducir costes a corto plazo, pero a costa de una enorme exposición a riesgos, entre otros efectos.
El 80% del comercio mundial se realiza por barco, lo que supone una parte crítica para una cadena de suministro que funciona entregando bienes necesarios para los diferentes eslabones de la misma. Disrupciones locales pueden generar efectos en cascada en todo el sistema alimentario. Además, estamos asistiendo a una creciente concentración de poder en pocos empresas multinacionales, lo que incrementa el riesgo sistémico: solo cuatro empresas controlan el 70% del comercio mundial de grano (Cargill, ADM, Bunge y Louis Dreyfus).
Este proceso de concentración se viene dando paralelamente en otras áreas que resultan críticas, como por ejemplo, la producción de semillas. Syngenta Group, Bayer, BASF, KWS, Corteva y Limagrain controlan dos tercios de las semillas comerciales en el mundo. Uno de los efectos de esta concentración es que el 75% del suministro global de alimentos depende de solo 12 cultivos (arroz, maíz, trigo, papa, yuca, soja, aceite de palma, caña de azúcar, tomate, cebada, plátano/banano y sorgo) y 5 especies animales (vacuno, porcino, aves de corral, ovino y caprino). Solo 3 cultivos (arroz, maíz y trigo) aportan casi el 60% de las calorías consumidas globalmente.
El 75% de las variedades de cultivos se han perdido en el último siglo debido a la homogenización agrícola (monocultivos y abandono de variedades locales), en un sistema agroalimentario que no está orientado a alimentar a la humanidad, sino al beneficio económico: según FAO, 750 millones de personas padecen hambre (122 millones más que en 2019) y 2.330 millones de personas padecen inseguridad alimentaria. Mientras, las 4 mayores empresas agroalimentarias del mundo, duplicaron sus beneficios netos entre 2020 y 2022 (OXFAM 2023)
La urbanización acelerada también contribuye a la fragilidad: actualmente, más del 55% de la población mundial vive en ciudades, alejadas de los centros de producción de alimentos, lo que incrementa la dependencia de cadenas de suministro eficientes y continuas.
III. Dependencia de combustibles fósiles. El talón de Aquiles
El sistema agroindustrial necesita grandes cantidades de energía para funcionamiento. Según la FAO (2021), la producción de alimentos consume alrededor del 30% de la energía global, con una dependencia crítica de los combustibles fósiles en todas sus etapas:
-
- Producción de fertilizantes: La síntesis de fertilizantes nitrogenados mediante el proceso Haber-Bosch consume entre el 1-2% de la energía primaria global (IEA, 2020) sostiene cerca del 50% de la producción agrícola global (Smil, 2019). Principalmente emplea gas natural, lo que en la crisis vivida en Europa en 2022, provocó el cierre temporal de hasta el 70% de las plantas de fertilizantes en la región (Reuters, 2022). La invasión rusa de Ucrania (2022) provocó un aumento del 220% en el precio de los fertilizantes (World Bank, 2023), amenazando la seguridad alimentaria en países importadores.
- Agroquímicos y plaguicidas: La mayor parte de estos productos se derivan de procesos petroquímicos intensivos en energía. La volatilidad en el precio del petróleo tiene una relación directa en el coste de estos insumos.
- Maquinaria y riego: Tractores, cosechadoras, sistemas de bombeo y procesado dependen de gasoil, electricidad o diésel. Se estima que por cada caloría de alimento producido en agricultura industrial, se consumen entre 7 y 10 calorías de energía fósil (Pimentel, 2008).
- Transporte y logística: Alimentos frescos y procesados recorren miles de kilómetros por tierra, mar y aire antes de llegar al consumidor. Lo que comemos recorre 4.000 km antes de llegar a nuestra mesa. La elevada dependencia del transporte marítimo o por carretera hacer que un aumento de los precios del diésel o restricciones logísticas, afecte directamente la disponibilidad y el precio de los alimentos.
«El sistema agroalimentario global actual no es sostenible ni resiliente ni justo. Su alta dependencia de combustibles fósiles, su complejidad logística y su vulnerabilidad ante interrupciones exógenas lo convierten en una amenaza latente para la seguridad alimentaria mundial»
IV. Cadenas largas, interrupciones sistémicas
En los últimos tiempos asistimos atónitos a situaciones inéditas que deberían hacernos reflexionar sobre la fragilidad a la que nos exponen sistemas tan complejos como el agroalimentario y que son consecuencia del choque de nuestro sistema económico contra los límites biofísicos del planeta.
1. La pandemia de COVID-19
El confinamiento, el cierre de fronteras, confinamientos y escasez de personal provocaron retrasos en la cosecha, falta de insumos y desabastecimiento en supermercados. Las exportaciones de arroz y trigo se vieron interrumpidas, y varios países impusieron restricciones a las exportaciones. Según el Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias 2024, el 30% de las interrupciones en el suministro de alimentos se debieron a cierres fronterizos y restricciones logísticas.
Los shocks simultáneos en oferta y demanda alimentaria provocaron volatilidad de precios. Según datos de la FAO, el Índice de Precios de los Alimentos aumentó un 20% en promedio entre 2020 y 2021. Al mismo tiempo, millones de personas perdieron sus empleos o vieron reducidos sus ingresos, disminuyendo su capacidad de compra de alimentos básicos.
2. El bloqueo del Canal de Suez (2021)
El encallamiento del buque Ever Given, bloqueó el 12% del comercio mundial durante varios días, lo que provocó retrasos en el suministro de granos, fertilizantes y alimentos. La consultora Allianz estimó la pérdida entre 6.000 y 10.000 millones de dólares al comercio gobal. Algunos productos desaparecieron de los estanqtes durante semanas, generando aumentos especulativos de precios.
3. Apagones eléctricos en Latinoamérica (2019), Europa (2021) y España (2024)
El apagón del 16 de junio de 2019 dejó sin electricidad a casi 50 millones de personas en Argentina, Uruguay y Paraguay. En Enero de 2021, un fallo en una subestación en Croacia, causó una caída de frecuencia que desestabilizó la red y casi provoca el colapso del sistema eléctrico de Austria y gran parte de Europa, obligando a cortes preventivos en países como Francia y Rumanía.
El reciente apagón masivo sucedido en España también tuvo consecuencias importantes en el sistema agroalimentario: interrupción en el funcionamiento de cámaras frigoríficas, paralización de cadenas logísticas en almacenes y mercados mayoristas, y pérdidas significativas en productos perecederos.
Este tipo de eventos muestran que sistemas alimentarios que son tan dependientes de la electricidad y el combustible, pueden comprometer la continuidad del abastecimiento y la paralización de infraestructuras logísticas clave.
4. Guerra en Ucrania (2022 - )
La invasión rusa de Ucrania ha supuesto una gran tensión para el sistema agroalimentario globalizado: ambos países representan el 30% de las exportaciones mundiales de trigo y el 60% del aceite de girasol. Además, Rusia es uno de los principales exportadores de fertilizantes. El conflicto afectó estas cadenas, causando escasez y aumento de precios a nivel global.
5. Cambio climático: un multiplicador de amenazas
Sequías prolongadas, inundaciones devastadoras y olas de calor sin precedentes reducen drásticamente las cosechas de cultivos esenciales como el trigo, el arroz y el maíz. El aumento de temperaturas favorece la extensión de plagas y enfermedades, provocando graves afecciones a cultivos como ha sucedido con la roya del café en América Latina. Los efectos del cambio climático aumentan la volatilidad de precios de los alimentos, incrementando el hambre de comunidades vulnerables. Zonas antes fértiles como el Sahel africano ven como sus suelos pierden fertilidad y obliga a migraciones masivas. Incendios, DANAs, huracanes y demás fenómenos que el cambio climático hace que cada vez sean más extremos, destruyen carreteras, puertos y silos, complican el flujo de alimentos a escala global. Según el IPCC, cada grado de calentamiento agravará esta crisis, exigiendo una transformación urgente de cómo producimos y distribuimos nuestros alimentos.
V. La urgencia de relocalizar la producción de alimentos
Esta fragilidad estructural del sistema agroalimentario globalizado nos debe llevar a poner en marcha una transición hacia un modelo más resiliente, sostenible y seguro. Se trata de cuestión no solo de seguridad alimentaria, sino de seguridad nacional.
Esta relocalización de la producción alimentaria con criterios agroecológicos emerge como una estrategia clave de resiliencia:
-
- Fomentan circuitos cortos de comercialización y soberanía y seguridad alimentarias.
- Reducen la dependencia de insumos externos (especialmente energía)
- Mejoran la biodiversidad funcional y la salud del suelo. Reducen los impactos ambientales
- Requieren menos energía fósil por unidad de alimento.
- Ofrecen una mayor resiliencia climática y ecológica.
- Potencian el empleo local y la recuperación de saberes ancestrales.
- Reducen el desperdicio alimentario.
- Fortalecen el tejido social y la cultura alimentaria.
- No se trata de sustituir un modelo por otro, sino de reducir la dependencia de los mercados globales para transitar de manera ordenada, a un incremento de la producción local. El concepto de transición agroecológica es clave.
En Vitoria-Gasteiz, solamente el 1,15% de los alimentos frescos que consumimos en la ciudad, han sido producidos en Álava. El resto viene de los mercados globales, con el grado de vulnerabilidad a la que expone esta situación a una ciudad de 250.000 habitantes. La apuesta de políticas públicas encaminadas -por ejemplo,- a llevar a un 10% de producción local para 2035, se presenta como un ejercicio de reducción de riesgos frente a futuros shocks globales, a la vez que permite generar empleo y revitalizar un sector con un serio problema de relevo generacional.
«Es necesario repensar radicalmente nuestras formas de producir, distribuir y consumir alimentos. Relocalizar la producción, aplicar principios agroecológicos y fomentar economías alimentarias territoriales son acciones urgentes que deben ser apoyadas por políticas públicas, instituciones y la ciudadanía»
VI. ¿Qué papel puede desempeñar la ciudadanía?
La transformación del sistema agroalimentario va a suponer un reto enorme que no puede caer solo en espaldas de la Administración. La ciudadanía es un agente de cambio esencial en este proceso, del que dependerá en gran medida que esta transición pueda llegar a buen puerto. Existen muchas formas en las que las personas podemos implicarnos en el fortalecimiento de la resiliencia alimentaria:
-
- Apoya mercados locales y redes de proximidad: comprar directamente a productores locales fortalece la economía rural, reduce las emisiones por transporte y genera vínculos entre quienes producen y consumen.
- Empápate de cultura rural: la vida urbanita nos aleja del territorio, de los ciclos naturales, de la cultura rural y de saber cómo se producen los alimentos. Aprecia, valora, honra a las personas que producen los alimentos que comes y que cuidan tanto de los paisajes de los que nos gusta disfrutar los fines de semana.
- Participa en huertos urbanos y comunitarios: estos espacios, además de proporcionar alimentos frescos, fortalecen el tejido social, transmiten conocimientos agrícolas y reducen la dependencia de cadenas de suministro largas.
- Hazte agricultor/a : Descubre (para ti o para tus hijas/os) que el sector primario es una opción profesional muy interesante. Alejada del stress de la ciudades, conectada a la naturaleza y que lejos del empleo alienante mayoritario en las ciudades, el sector primario ofrece un trabajo significativo y que aporta sentido individual y colectivo.
- Formarse y divulgar: comprender cómo funciona el sistema alimentario y sus impactos ecológicos y sociales permite tomar decisiones más informadas y sensibilizar a otras personas.
- Reduce el desperdicio alimentario: Hasta un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial se pierde o desperdicia (FAO, 2019). Adoptar prácticas de consumo responsable es clave para mejorar la eficiencia del sistema. Cocina!
- Influir políticamente: A través del voto, el activismo o la participación en movimientos sociales, las personas pueden presionar para que se promuevan políticas de transición agroecológica y soberanía alimentaria.
VII. Conclusión: evitar el apagón alimentario
El sistema agroalimentario global actual no es sostenible ni resiliente ni justo. Su alta dependencia de combustibles fósiles, su complejidad logística y su vulnerabilidad ante interrupciones exógenas lo convierten en una amenaza latente para la seguridad alimentaria mundial. El "próximo apagón" podría no ser eléctrico, sino alimentario.
Para evitarlo, es necesario repensar radicalmente nuestras formas de producir, distribuir y consumir alimentos. Relocalizar la producción, aplicar principios agroecológicos y fomentar economías alimentarias territoriales son acciones urgentes que deben ser apoyadas por políticas públicas, instituciones y la ciudadanía. Invertir en resiliencia alimentaria es una forma de prevenir futuras crisis sociales y ecológicas de gran escala.
Has one comment to “David González: «El próximo apagón será alimentario»”
Paco - 2025 - 05 - 21
En gran parte estoy de acuerdo con tu articulo, solo te falto hablar de las políticas antiagricultura que esta implantando toda la Unión Europea, en especial España con la agenda 2030, las limitaciones fitosanitarias que están imponiendo hacen que en Europa sea inviable cultivar cualquier producto en el campo que requiera tratamientos fitosanitarios para combatir plagas, con lo que la soberanía alimentaria que gozaba la UE va a desparecer, eso si los productos que traeremos si que estarán tratados y con los residuos que en la UE esta prohibido cultivar y legislativamente estará todo correctos, la decisión de la UE esta clara alimentos baratos, aunque muchas veces no es así, pero esto ya lo decían los Romanos al pueblo pan y circo