Josebe Blanco Alvarez: «La ecología ha matado el baserri»

baserri

[Bizi baratzea]

Las carreteras europeas se han visto invadidas por las inundaciones de tractores campesinos. Están protestando. Además de la cuestión monetaria, eterno exponente de la precariedad en el sector, dos sindicatos del Estado francés, FNSEA y Jóvenes Cultivadores, cuentan con otras demandas.

Cuestionan las normas de protección de la salud y el medio ambiente establecidas por la Unión Europea y el estado francés. De dos se han hecho eco los medios de comunicación, que piden una moratoria en la autorización para el uso de pesticidas y que no se fije un límite al consumo de agua.

Al artículo, que recoge la colección de opiniones de las protestas en los alrededores de París, el periodista le da el siguiente título: "La ecología mata a la agricultura". Así lo dice uno de los que se dedican a la fruticultura.

Si la agricultura está en las últimas, no será por el cambio climático y la contaminación que nos ha supuesto este modelo de desarrollo, ni por las dificultades añadidas que ello supone para el trabajo con la tierra y los animales

En efecto, si la agricultura, por tanto, la certeza de que tendremos comida, está en las últimas, no será por el cambio climático y la contaminación que nos ha supuesto este modelo de desarrollo, ni por las dificultades añadidas que ello supone para el trabajo con la tierra y los animales, como son las cosechas por sequías, pérdida de biodiversidad, inundaciones, incendios, plagas.

Si el caserío está en jaque, no es porque las industrias cárnicas y lácteas tengan un consumo desproporcionado de agua y tierra o porque este sistema industrial es consustancial a la contaminación del agua y del suelo. Eso tampoco.

La agricultura y la ganadería no están en números rojos por su dependencia de los combustibles fósiles, debido al consumo directo de gasóleo, al uso de fertilizantes y pesticidas.

Si el mundo rural se encuentra en una profunda crisis, esto no tiene nada que ver con las formas de trabajo impuestas por el sistema del mercado. Ni con la explotación de la tierra, los animales y las personas. Ni con los mecanismos que algunos tienen organizados para hacer negocio con la comida y especular. Ni con poner rentabilidad por encima de la salud de planetas y personas.

Si el mundo rural se encuentra en una profunda crisis, esto no tiene nada que ver con las formas de trabajo impuestas por el sistema del mercado. Ni con la explotación de la tierra, los animales y las personas

La agricultura y la ganadería no están a punto de desaparecer porque la tierra, el agua, la producción y la distribución de alimentos están en manos de pocos. Tampoco porque las políticas públicas impulsen ese modelo globalizado y oligarca. Menos aún, porque desde las instituciones públicas se protegen modelos industriales e intensivos en el reparto de subvenciones, o porque se favorece el latifundismo. Tampoco por eso.

Los baserritarras no estamos moribundos porque desde la administración nos ahoguen con burocracia, obligaciones y dificultades extraordinarias. Tampoco porque las políticas públicas impulsen explotaciones de gran tamaño. Hace tiempo que la especulación con la tierra no afecta a la imposibilidad de instalar a los jóvenes en la granja, ni a su nivel de endeudamiento.

Los baserritarras no estamos moribundos porque desde la administración nos ahoguen con burocracia, obligaciones y dificultades extraordinarias. Tampoco porque las políticas públicas impulsen explotaciones de gran tamaño

La desaparición de los caseríos no guarda relación alguna con la ocupación industrial o turística de las tierras campesinas. El relleno de tierras agrícolas con otras infraestructuras, como carreteras, centrales eólicas y/o fotovoltaicas, minas, TAV... no perjudica. Ni siquiera con las ventajas de todo tipo que se dan a los centros comerciales e hipermercados, ningún problema.

Bueno, al final el mundo rural desaparecerá por culpa de los ecologistas. Y por culpa de esos pequeños baserritarras que no tienen ambición. Sin olvidar la contribución de las ferias y pequeños comercios de los pueblos a la destrucción. Y ciudadanos y baserritarras que apoyan el modelo agroecológico.

Está claro, la ecología ha matado la granja.

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