Plataforma No a la Guerra: «Pan, paz y democracia: 1 de Mayo contra la guerra

Desde sus orígenes el Primero de Mayo ha sido más que una jornada de ámbito laboral: ha sido una trinchera para la lucha por los derechos de las personas que producen la riqueza mundial. También ha sido un día para alzar la voz contra las guerras, el autoritarismo y el militarismo. Hoy es más necesario que nunca ese espíritu luchador y ético.

Gerrarik ez

Autores: Juan Jose Celorio Diaz, Karmele Carcedo Alarcia, Argiñe Otsoa de Txintxetru Bilbao y Bernard Lopez Uranga

[berria]

Vivimos una época de guerra mundial: 42 guerras activas y 54 conflictos armados se pueden contabilizar en el mundo. Pero sólo Ucrania, Palestina, el mar Rojo o el Sahel aparecen de alguna manera en los medios, como el silencioso genocidio congoleño. Y junto a ello, el gasto militar mundial es mayor que nunca al tiempo que las condiciones de vida empeoran. Esta lógica de guerra no se produce, sin embargo, inevitablemente, sino que es una estrategia de control, de subordinación y de negocio que erosiona la democracia, normaliza el autoritarismo, y somete las economías al poder de las armas.

«Esta lógica de guerra no se produce, sin embargo, inevitablemente, sino que es una estrategia de control, de subordinación y de negocio que erosiona la democracia, normaliza el autoritarismo, y somete las economías al poder de las armas»

El mapa global de 2025 muestra un paisaje desolador: la invasión rusa de Ucrania, el genocidio que aún persiste contra el pueblo palestino de Gaza, los conflictos en Sudán, Yemen o Haití y las tensiones militares tanto en Asia como en el Mar Rojo no son fenómenos aislados, sino manifestaciones variadas de la lógica sistémica de la guerra permanente.

Tras más de tres años de conflicto abierto, la guerra en Ucrania se ha detenido militarmente, pero sigue adelante en términos de destrucción social, traslados de personas y desgaste moral. Medio millón de muertos y más de un millón de heridos, millones de personas desplazadas, ciudades destruidas, país dividido. Las potencias occidentales han convertido el conflicto en una guerra proxy, ya que canalizan armas y fondos a la vez que evitan cualquier negociación real. Mientras, los ucranianos pagan con sus vidas y su tierra y tienen ante sí un futuro lleno de dudas. Al mismo tiempo, el pueblo ruso también sufre la creciente represión interna, la economía de guerra y la captura del Estado por parte de la élite militar oligárquica.

Desde octubre de 2023, Israel ha lanzado una ofensiva sin precedentes en Gaza que ha causado más de 60.000 muertos, en su mayoría civiles, mujeres o niños; ha lanzado ataques con armas químicas contra la población civil; ha impedido la llegada de ayuda humanitaria y violado así toda lógica del derecho internacional humanitario; y ha destruido infraestructura civil (hospitales, escuelas, universidades y redes de agua y energía). Naciones Unidas y varias organizaciones de derechos humanos las han calificado de crímenes de guerra y de lesa humanidad, pero la comunidad internacional ha decidido mirar para otro lado.

El regreso de Donald Trump a la presidencia de EE ha acentuado la deriva. Su discurso de fuerza y grandeza ha acelerado la agenda de confrontación internacional, la militarización y el retroceso de derechos. Trump ha prometido el mayor presupuesto militar de su historia, así como desplegar su arsenal nuclear e incrementar la tecnología armamentística. En este contexto, las élites europeas también están promoviendo el rearme y que prevalezca la lógica militarista: en 2024, el gasto militar mundial superó los 2,2 billones de dólares. La industria armera crece, mientras los servicios públicos se escatiman.

«Las élites europeas también están promoviendo el rearme y que prevalezca la lógica militarista: en 2024, el gasto militar mundial superó los 2,2 billones de dólares. La industria armera crece, mientras los servicios públicos se escatiman»

Pero también hay resistencias. Los movimientos feministas, ecologistas, sindicales y antirracistas denuncian la guerra y la consideran una lógica patriarcal, colonial, extractiva y de clase de dominación. Desde las mujeres palestinas hasta las huelgas contra el cambio climático o los movimientos de desobediencia civil, crece la variada y creativa resistencia global que defiende una paz de justicia.

La guerra tiene un precio, y lo pagan las clases obreras. La transferencia de recursos de lo social a lo militar se está haciendo cada vez más evidente. Alemania, Francia y España duplican el gasto en defensa, al tiempo que aumentan la precariedad, los desahucios y la pobreza.

También vemos en el propio País Vasco la presión de los lobbies de la industria militarista, como la que ejerce el foro Zedarriak, auténtica vanguardia tanto de la industria relacionada con la producción militar como de los centros tecnológicos, que impulsa acuerdos con el Gobierno Vasco.

En el País Vasco vemos una contradicción evidente. Por un lado tenemos universidades dedicadas a la innovación con fines militares, subvenciones a empresas armeras, exportaciones a países en guerra... Pero, por otro lado, también tenemos una fuerte respuesta social. Porque la guerra mata y causa ruina, pero además la empobrece, la divide y elimina derechos.

«La guerra tiene un precio, y lo pagan las clases obreras. La transferencia de recursos de lo social a lo militar se está haciendo cada vez más evidente. Alemania, Francia y España duplican el gasto en defensa, al tiempo que aumentan la precariedad, los desahucios y la pobreza»

En este contexto, el Primero de Mayo debe recuperar su fuerza original. No sólo como reivindicación en el ámbito laboral, sino como resistencia general a la barbarie. Hay que gritar un no rotundo al militarismo, a las potencias atacantes, a la industria de la guerra y a que los intereses corporativos hurten el poder.

El Primero de Mayo debe ser un día para defender la paz de justicia, la dignidad de los trabajadores, la soberanía de los pueblos y el derecho a no ser pasto de cañón para nadie. Desde Palestina hasta el País Vasco, desde las calles de Europa hasta los empobrecidos barrios del Sur Global, se tejen redes que dicen: ¡Basta ya! ¡Se acabaron las guerras! ¡Pan, salud, educación, cultura y paz!

Proclamar hoy la paz es un acto muy revolucionario. Y al hacer esta reivindicación el Primero de Mayo se hace honor a la memoria obrera, a las luchas feministas, al internacionalismo y a la propia vida.

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