Los sistemas alimentarios globalizados no tienen por objetivo alimentar a las personas; es más, cada vez es más evidente que son la causa de que el hambre en el mundo vaya en aumento, que provoca una aceleración de la crisis climática, y que sigue ahondando en las desigualdades de las personas productoras a escala mundial y local.
La alimentación es una necesidad humana básica y debe tratarse como tal, no puede seguir siendo una mercancía al servicio de las reglas del mercado en clave de especulación. El sistema de bajos precios para la parte productora y la compensación de renta en forma de ayuda directa para garantizar la oferta de alimentos baratos a la parte consumidora ha colapsado. Sencillamente porque ese sistema prioriza los beneficios y la competencia mundial sobre las personas.
«La alimentación es una necesidad humana básica y debe tratarse como tal, no puede seguir siendo una mercancía al servicio de las reglas del mercado en clave de especulación»
La desilusión y la frustración han sido las expresiones comunes de las movilizaciones de los últimos meses en Europa, que han alimentado la sensación de falta de reconocimiento por parte de la sociedad. Nada más lejos de la realidad si nos atenemos a los gestos de comprensión y solidaridad que nos ha mostrado la ciudadanía. El hartazgo del sector agrario debe ir acompañado de propuestas que reviertan la situación de crisis permanente, y ello requiere de medidas con una visión a medio-largo plazo. La articulación de sistemas alimentarios locales significa que debemos dirigir nuestra producción al mercado interno y no a la exportación, que la agroecología debe jugar un papel fundamental en la transición hacia modelos de producción más sostenibles, y que la compra pública puede traccionar esa transición desde la producción al consumo.
«La articulación de sistemas alimentarios locales significa que debemos dirigir nuestra producción al mercado interno y no a la exportación, que la agroecología debe jugar un papel fundamental en la transición hacia modelos de producción más sostenibles, y que la compra pública puede traccionar esa transición desde la producción al consumo»
Lamentablemente todavía vamos a tener que enfrentarnos a la idea de que la innovación, la digitalización y creación de explotaciones cada vez más grandes son las recetas mágicas. La nueva edición de Food Future 4 así lo atestigua, con un Gobierno Vasco que parece aspirar a liderar el desarrollo de la alimentación de laboratorio ofreciéndonos chuletas impresas en 3D.
La excusa de captar inversión foránea para el fortalecimiento del tejido económico puede convertirse en arma de doble filo para nuestras instituciones, sobre todo si tenemos en cuenta que el último año han descendido de manera significativa las iniciativas inversoras en estos proyectos. Afortunadamente contamos con eventos como Bertoko Haragien Azoka organizado por el ayuntamiento de Tolosa, pensada para dar a conocer y comercializar productos cár- nicos producidos y elaborados por personas de la comarca. Si tenemos en cuenta que esta nueva edición viene a sustituir al evento Haragi, que se centraba en una degustación de chuletas de vacuno incluyendo procedencias foráneas, tenemos un ejemplo muy pedagógico de lo que significa reformular un evento determinado para caminar hacia sistemas alimentarios locales.
«Es el momento de recuperar el recetario local e ir tejiendo complicidades, y situar la alimentación sostenible como parte de la solución a las crisis climática y civilizatoria que vivimos»
En la misma sintonía caminaban en la manifestación de Iruñea reclamando una transición agroecológica efectiva como alternativa a la concentración de la producción en macro explotaciones. Es el momento de recuperar el recetario local e ir tejiendo complicidades, y situar la alimentación sostenible como parte de la solución a las crisis climática y civilizatoria que vivimos.