Unai Aranguren: «La transición energética y alimentaria tienen que ir de la mano»

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Después de vivir diferentes luchas por la tierra, quién me diría que la próxima me iba a tocar a 800 metros de casa. Y es que Solaria, una gran empresa de producción de energía que cotiza en bolsa, quiere desarrollar varios macro-polígonos solares en Gorbeialdea y sur de Araba que van a ocupar 373 hectáreas de terreno agrícola y forestal para instalar 310.000 placas solares.

Toda esta energía no irá dirigida al consumo local, sino que, mediante una línea de muy alta tensión con torres de hasta 90 metros de altura, recorrerá más de 100 km para llegar hasta Zierbena (Bizkaia), sin que se sepa todavía el uso “industrial” que se le va a dar (incluyendo su posible exportación).

No voy a profundizar en los impactos críticos y efectos irreversibles sobre nuestro ecosistema y nuestra identidad, sobre las tierras de alto valor agrológico, el paisaje y el patrimonio que va a tener este proyecto, porque me gustaría centrarme más en la necesidad de articular una propuesta que nos ayude a transitar hacia otro modelo energético más justo y sostenible.

«Es importante visualizar que la transición energética y alimentaria tienen que ir de la mano, ya que el modelo alimentario globalizado y especulativo condiciona en gran medida el sistema energético en el que nos movemos»

Lo primero es entender que la energía, al igual que la alimentación, son derechos básicos para las personas, por eso, es importante hablar sobre cómo podemos complementar y asociar estas dos luchas tan legítimas. Para ello, es importante visualizar que la transición energética y alimentaria tienen que ir de la mano, ya que el modelo alimentario globalizado y especulativo condiciona en gran medida el sistema energético en el que nos movemos, porque consumir alimentos producidos de manera industrial, refrigerados, transportados desde otros continentes y al final muchos de ellos desechados, perpetúa y multiplica nuestro gasto energético.

Algunas organizaciones agrarias llevamos años desarrollando y socializando la propuesta de Soberanía Alimentaria en nuestros barrios y pueblos, por eso pensamos que, aunque no tengan que ser procesos idénticos, sí que podemos dar algunas claves de cómo avanzar hacia una transición energética más justa y menos especulativa. Veamos las similitudes que observamos entre ambas transiciones, energética y alimentaria.

«La energía y la alimentación sufren el mismo proceso especulativo: producción de materia prima barata y puesta en venta al mejor postor en un mercado cada vez más global y neoliberal»

La energía y la alimentación sufren el mismo proceso especulativo: producción de materia prima barata y puesta en venta al mejor postor en un mercado cada vez más global y neoliberal. Ante ello, es importante apostar por la relocalización de la producción y del consumo, tanto energético como alimentario.

Estamos lejos de disfrutar de una Soberanía Alimentaria y Energética, ya que dependemos de grandes importaciones. Esa necesidad nos puede llevar a apostar por la intensificación del máximo número de proyectos, sin reparar en las dimensiones y sus impactos. Es necesario definir distintos criterios para poder medir la sostenibilidad de los impactos de cada proyecto.

La producción alimentaria y energética comparten ocupación de espacio en un contexto desregulado y sin planificaciones efectivas. Es imprescindible articular criterios sobre los espacios que van a ser ocupados y aplicar escalas de prioridad en función de la categorización del mismo.

«La producción alimentaria y energética comparten ocupación de espacio en un contexto desregulado y sin planificaciones efectivas»

Pero también hay diferencias entre ambas transiciones, y una de ellas es que todavía no hemos conseguido un consenso a la hora de definir y poner las bases para esa transición energética entre diferentes colectivos, personas e instituciones.
Para ello habrá que sentarse, hablar y generar alianzas con organizaciones, sindicatos, academias, instituciones cercanas, movimiento ecologista y con la sociedad en general, para ir definiendo y construyendo los pilares de esa transición energética tan necesaria.

En otros procesos hemos aprendido que los purismos no suelen ayudar, que las prisas son malas porque no nos dejan construir una buena estrategia, y que en el fondo todo esto tiene que ver con una transformación social de mucho mayor calado que la puramente energética. No podemos limitarnos a elegir entre blanco o negro, tenemos que profundizar en las distintas escalas de grises y democratizar estos procesos mediante mecanismos deliberativos.

Porque tenemos la necesidad de transitar hacia otro modelo energético, pero mediante una transición justa, que respete el territorio, que sea participativa y colectiva y no corporativa, porque esto no va de cambiar la fuente de energía sino de cómo nos organizamos y cuidamos como sociedad para no cargarnos el planeta.

«Habrá que sentarse, hablar y generar alianzas con organizaciones, sindicatos, academias, instituciones cercanas, movimiento ecologista y con la sociedad en general, para ir definiendo y construyendo los pilares de esa transición energética tan necesaria»

Estamos hablando de cómo queremos vivir en un futuro sabiendo que la energía fósil está próxima a su fin, que el impacto climático que genera el modelo energético y alimentario actual es insostenible y que la pérdida de la toma de decisiones sobre el origen de nuestra energía, o nuestros alimentos, cómo se producen y quién es el que más se beneficia de ello. Son preguntas ante las que tenemos que reaccionar como sociedad.

* Unai Aranguren es miembro de EHNE Bizkaia.

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