Unai Pascual, Iñaki Lasagabaster y Ana Saenz: «Los caminos de la transición energética»

Caminar por la senda de la transición energética requiere la toma de decisiones conscientes tanto a nivel individual, pero sobre todo a nivel colectivo. Es en la esfera colectiva donde parece que no nos podemos poner de acuerdo.

Comedor escolar - Eskola jangela

Autores: Unai Pascual, Iñaki Lasagabaster y Ana Saenz de Olazagoitia.

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Un conocido adagio dice que se hace camino al andar. Esta es una elegante manera de decir que la vida es un camino que implica una toma constante de decisiones, muchas de ellas inconscientes, seguramente dictadas por la mecánica biológica y por hábitos largamente repetidos, otras son, sin embargo, claramente conscientes. Desde la consciencia elegimos los senderos a recorrer dependiendo por ejemplo del tiempo y esfuerzos que estamos dispuestos a asumir, teniendo en cuenta los objetivos a cubrir.

La transición energética es parte ineludible de la transición ecosocial. Es uno de esos caminos que tenemos que andar como sociedad, decidiendo qué sendas queremos recorrer, teniendo en cuenta que en frente nuestro hay una serie de objetivos o necesidades perentorias. Estos incluyen la reducción paulatina pero firme de nuestro desmesurado consumo energético, estableciendo las condiciones para ir transformando paso a paso nuestro metabolismo social e industrial, que también nos desenganche, cual drogodependientes, de los combustibles fósiles, responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, de la crisis climática global.

«Tras demasiado tiempo perdido por la falta de capacidad en la toma de decisiones por parte de nuestros gobernantes, digámoslo alto y claro, vamos tarde en ese camino a recorrer»

Caminar por la senda de la transición energética requiere la toma de decisiones conscientes tanto a nivel individual, pero sobre todo a nivel colectivo. Es en la esfera colectiva donde parece que no nos podemos poner de acuerdo. Parece que todos queremos recorrer un camino ideal (asumiendo las diferentes ideologías y visiones del mundo) pero no somos capaces de ponemos del todo de acuerdo sobre qué sendas debemos priorizar. Mientras, el tiempo, el más testarudo de todo lo que nos rodea, va pasando y por tanto una de dos: o no llegaremos a nuestro destino a tiempo (léase, los objetivos de reducción de emisiones) o trataremos de llegar a ese destino sin capacidad de ir sopesando las formas de hacer el camino, las sendas a tomar y, por tanto, de ir aprendiendo a hacer el camino de forma colectiva, responsable y justa.

A día de hoy, tras demasiado tiempo perdido por la falta de capacidad en la toma de decisiones por parte de nuestros gobernantes, digámoslo alto y claro, vamos tarde en ese camino a recorrer. Y según pasa un tiempo más que precioso, a estas alturas parece que nos empezamos a dar cuenta que el tiempo no solo apremia sino que la urgencia es un mal compañero de viaje, y esto genera al menos dos tipos de reacción: Una reacción común va asociada a un optimismo naif basado en la fe en que algún tipo de milagro nos salvará, típicamente algún tipo de tecnología como el Hidrogeno verde, el coche eléctrico o las nucleares que, por cierto, quieren pescar en aguas revueltas, tal y como se ha observado de nuevo en el contexto del gran apagón que hemos sufrido recientemente. Otra reacción que está ganando adeptos es preferir huir del problema. Dicho de otra forma, negar la mayor. Al negacionismo climático, aún coleando sobre todo en las redes sociales, le han salido enanos: los retardistas. Respecto a estos últimos, ya los tenemos por doquier, de todos los colores y tamaños. A los retardistas de toda la vida sentados en consejos de administración de grandes empresas energéticas, se están uniendo un elenco de actores de lo más variopinto.

«Una reacción común va asociada a un optimismo naif basado en la fe en que algún tipo de milagro nos salvará, típicamente algún tipo de tecnología como el Hidrogeno verde, el coche eléctrico o las nucleares que, por cierto, quieren pescar en aguas revueltas, tal y como se ha observado de nuevo en el contexto del gran apagón que hemos sufrido recientemente»

Un tipo de actor que ha nacido, seguramente para quedarse por un buen tiempo, y que retroalimenta las posiciones más reaccionarias e individualistas, ya observadas durante la pandemia de la covid-19 se agrupan bajo un discurso de la defensa de la Madre Tierra, Amalur (la protección de la biodiversidad, la agricultura, los modos de vida rural, etc)... A muchas de estas personas con discursos de loables objetivos, subyace una visión de la transición energética hueca y de un ecologismo que raya el greenwashing desde posiciones pseudo-alternativas, muchas veces parapetadas en parámetros maximalistas y actitudes autoafirmantes. Si bien suelen identificar el capitalismo como el Mal Mayor, no acaban de ofrecer alternativas prácticas. Por ejemplo, más allá de querer recorrer una senda decrecentista a nivel energético y material, con lo cual estamos de acuerdo, también es vital trabajar alternativas a corto-medio plazo y más allá de la agenda localista, que no retarden la consecución de los objetivos climáticos, los cuales cada vez son más difíciles de conseguir debido al retraso que acarreamos. No hacerlo solo consigue retroalimentar las narrativas retardistas que no hacen sino abocarnos a un camino sin salida, por lo menos para la mayoría social del Planeta.

Desde la atalaya de Gorbeialdea, estamos tratando de denunciar la sinrazón que ha llevado a todo tipo de corsarios, como los que quieren arribar a Araba en los Galeones de Solaria. Para ello tratamos de ofrecer a la gente de Araba la posibilidad de formarse para entender las razones y las posibles soluciones a la crisis energética. Como botón de muestra, hemos creado Gorbeialdeko Herri Unibertsitatea para desbrozar posibles caminos junto a movimientos sociales y sectores académicos de Euskal Herria. Estos caminos serán complejos, pero creemos que hay que hacerlos tendiendo puentes entre la evidencia científica y las necesidades y preocupaciones sociales actuales, dadas las grandes incertidumbres que el aluvión actual de proyectos energéticos están creando en el territorio.

«A muchas de estas personas con discursos de loables objetivos, subyace una visión de la transición energética hueca y de un ecologismo que raya el greenwashing desde posiciones pseudo-alternativas, muchas veces parapetadas en parámetros maximalistas y actitudes autoafirmantes»

También queremos reflexionar sobre un hecho grave. Hace pocos días nos sobresaltó la noticia sobre el ataque, esta vez sobrepasando todos los límites, a Aritz Otxandiano, una persona que comparte sus reflexiones sobre la transición energética de forma pública, ofreciendo su perspectiva allá donde le llaman. Este ataque no es el primero que él y otros compañeros suyos han sufrido, pero sí seguramente el más grave. Y parece a todas luces que son ataques ligados a la posición de Aritz Otxandiano de defender, no solo la necesidad del decrecimiento, sino también que se desplieguen proyectos de renovables de forma ordenada a todas las escalas. Somos conscientes que el debate de las renovables es espinoso y que nadie tiene todas las claves, pero ¿qué lleva a algunas personas a querer amedrentar violentamente a personas como Aritz Otxandiano y sus allegados más cercanos de esta manera? ¿Quizás será debido a la falta de un futuro con certidumbre? ¿La falta de un mapa claro para recorrer algún camino de la transición energética? ¿O simplemente la falta de argumentos basados en datos? Seguramente un poco de todo esto. Indudablemente estas actitudes se suman a las de los negacionistas y retardistas, metiéndose a sí mismos en el mismo saco de los dinamiteros de la transición energética. Tratar de entender esto es algo que puede dar para unas cuantas tesis doctorales en sociología, antropología, ciencias políticas o economía ecológica. Si hay alguna persona interesada en una beca de investigación sobre el tema, que vaya preparando su solicitud o contacte con nosotros para el nuevo curso académico.

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